La Última Guerra

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En 1974 la India realizó su primer explosión atómica. Se trataba de un test con “fines pacíficos”. Recientemente, el país hizo explotar, en dos días, cinco artefactos nucleares, esta vez, con el objetivo declarado de consolidar su sistema de defensa. Fueron necesarios 24 años para que el gobierno indio abandonara la hipócrita expresión con que etiquetara su primer test atómico y asumiera su verdadero instinto: proveer al país con un arsenal nuclear, meta que deberá ser alcanzada también, en breve, por Paquistán, su vecino de frontera y compañero de desvarío.

La India dejó de lado su lenguaje hipócrita, pero el resto del mundo no. De los cuatro rincones, convergieron en Nueva Delhi, las expresiones de “gran decepción”, “profunda consternación”, “fuerte preocupación” y otras severas retaliaciones diplomáticas.

Ora, seamos objetivos, claros. Seamos honestos. Con sus bombas nucleares los indios explotaron de una vez con los vanos intentos de los socios fundadores del club atómico de mantener las puertas de la agremiación cerradas, para impedir el acceso no autorizado de nuevos candidatos. Y no son pocos los países empeñados en extender para sus territorios, el inmenso campo minado atómico en que se transformó el planeta, como si la cantidad de megatones acumulada hasta ahora, fuera insuficiente para materializar el apocalipsis. Si el actual poderío atómico pudiera ser dividido, equitativamente, ente los habitantes del planeta, cada ciudadano sería contemplado con 4.2 toneladas de dinamita…

Los esfuerzos realizados hasta ahora para reducir el peligro de una guerra nuclear fueron, digámoslo diplomáticamente, “no proficuos”. Los tratados para limitar y banir parcialmente, las armas nucleares, firmados entre los Estados Unidos y Rusia, lo único que hicieron fue bajar un poco el número de veces que el mundo puede ser destruido. Nada más que eso.

Los tests nucleares y el desarrollo de nuevas armas continúan a ser realizados imperturbablemente por los miembros oficiales del club, en simulacros por computadora. Y nadie se muestra “decepcionado” ni “consternado” por eso. ¿ Por qué?

El objetivo, ardientemente anhelado e incansablemente perseguido, el de la destrucción total, permanece rigurosamente el mismo. Pero ahora, solamente los nuevos miembros no invitados al club atómico, hacen ridículas manifestaciones de desagrado, en consecuencia de sus obsoletos tests subterráneos… Ojalá, que entren pronto al Primer Mundo.

Los pueblos de la Tierra están maduros, finalmente, para la Tercera Guerra Mundial. Las nimias reacciones a los nuevos tests nucleares y la perezosa indiferencia con relación al perfeccionamiento del arsenal existente, demuestran, con absoluta nitidez que la voluntad humana es completamente incapaz de detener este acontecimiento. Una vez más, y la última, la humanidad recogerá lo que sembró. Los gobernantes podrán contemplar entonces, por corto tiempo, la coronación de sus diligentes esfuerzos, preparados por décadas, para la mutua destrucción. ¿O habrá alguien que imagine que la Tercera Guerra no estallará?

El final de la mayor parte de la humanidad, de una terrible forma , ya pudo ser previsto hace mucho tiempo. Pero realmente mucho tiempo. Los más, ya se encaminan por caminos equivocados hace milenios. Caminos sin retorno. Y el contingente de los que decidieron trillar esos caminos, fue creciendo continuamente con el pasar de los siglos. Los tests nucleares que actualmente presenciamos, son los últimos preparativos, los últimos retoques para un fin horrible de gran parte de los seres humanos, lo que no puede más ser detenido ni postergado indefinidamente.

La hecatombe nuclear es el glorioso punto final de la saga humana, escrita con sangre de generación en generación. Una larga y tenebrosa trama compuesta por innumerables personajes, cada quien buscando interpretar de la mejor forma posible su papel, en el incambiado libreto milenario de codicias, venganzas, odios, guerras, opresiones, injusticias, etc, etc…

Cierta vez le preguntaron a Einstein cómo imaginaría que sería la Tercera Guerra Mundial. El científico alemán contestó que la Tercera no sabía, pero que la Cuarta sería trabada con palos y piedras…

Tal vez sería así mismo, si la índole destructiva humana consiguiera sobrevivir a la Tercera Guerra, y volviera e ejercer su influencia devastadora. Pero tal no sucederá. La Tercera Guerra Mundial, será efectivamente la última de la historia. La propia humanidad colaborará de esta manera, obligatoriamente, al proceso de depuración global que está en curso, y que pondrá fin a su desastroso pasaje por la Tierra.

Sin embargo, también este evento seguirá caminos pre-determinados, de manera que no ocurrirá la más mínima injusticia, pues en nuestra época nadie puede ser alcanzado por algo que no haya ayudado a formar. Los que pasen incólumes por eso, vivirán posteriormente bajo un nuevo orden, en donde el amor al prójimo consistirá en la propia vida. No habrá nostalgias de los otros.

Roberto C. P. Junior